Uno de mis hijos se encontraba estudiando en Canadá, hace años, y recuerdo que me contaba que la universidad abría de día y de noche; toda la noche permanecía abierta. Yo pensaba algo así: ¿Pero qué clase de vida es ésta? ¿Cuándo descansan estos estudiantes?
A la verdad, no es que tenían que estar allí de día y de noche. Solamente se estaba dando la oportunidad a aquellos que trabajaban de poder acudir a la facultad en cualquier momento de la noche para estudiar.
Aun así, recuerdo que, leyendo el capítulo 5 del libro de Éxodo, Dios habló a mi corazón.
Moisés y Aarón se presentan ante Faraón para pedirle que deje ir al pueblo de Israel a ofrecer sacrificios a Dios (v.1). Faraón no solamente no quiere saber nada del asunto (v.2), sino que además exige que los israelitas trabajen todavía más, y más tiempo cada día (v.6-9).
Frente a tal servidumbre (v.9) y aflicción, el pueblo se agota físicamente y moralmente; sus capataces son incluso azotados por los egipcios (v.14). Claro está, precisan de una intervención divina y Moisés presenta su queja ante Dios (v.22, 23).
Hoy en día las cosas no han cambiado. Muchas veces abusamos del trabajo, remunerado o no; nos mantenemos muy activos, no paramos, parece que siempre hay algo que hacer. ¿Cuándo descansaremos? ¿Cuándo hablaremos con tranquilidad con nuestro Dios? ¿Cuándo leeremos Su Palabra?
Es tiempo de que reflexionemos y consideremos lo que tenemos que cambiar en nuestra forma de vivir. Si ya no sabemos apreciar la belleza de una flor o el canto alegre de un pajarito, es señal de que algo va mal. Si la tecnología ha invadido tanto nuestra vida que nos roba el sueño, nos impide comunicar en profundidad con nuestros seres queridos y nos aleja de Dios, es hora de que accionemos el freno.
Tendré que examinarme y ver si el exceso de tareas es tan sólo algo esporádico, por alguna circunstancia que lo requiera; o si por el contrario estoy en un engranaje del cual no sé cómo salir.
Nuestro Señor Jesucristo es el ejemplo del equilibrio perfecto: ¡El trabajo no era su dios! Él sabía cuándo servir al prójimo y cuándo parar, descansar, estar en comunión con el Padre Dios (Marcos 6:45, 46).
Quiero imitarle a Él, ¡y cada día deleitarme en Él y en Su bendita salvación!
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos!” (Fil.4:4)
Dña. Eliane Remy
Co-fundadora y miembro Junta Directiva MECES, Responsable Área formación MECES.
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