PONTE EN:

¿POR DEBER O POR AMOR?; DE LA AUTORA ANA MARÍA GARCÍA

Muchas personas que decidimos seguir a Jesús, durante nuestro camino de peregrinación, creciendo en el conocimiento de Dios y aumentando nuestro deseo de servirlo, pasan los años, la rutina nos envuelve y la jerga cristiana nos invade, acechando un enemigo invisible al que podemos llamar religiosidad y legalismo.

Sutilmente nos engaña para tomar el volante de nuestro corazón y reemplazar nuestro primer amor y nuestra relación intima con Dios por la ocupación en diferentes actividades o patrones de conducta religiosos. Pretende quitarnos la identidad del ser para poder hacer, convirtiéndose por tanto en el hacer para  ser, lo que frecuentemente nos vuelve tibios y nos roba el tiempo de intimidad con Dios por causa de alguna obra piadosa, haciéndonos sentir que hemos cumplido; volviéndonos esclavos del deber y alejándonos del vivir siendo guiados por el Espíritu de Dios (Rom.8:14). 

Muchas veces podemos sentirnos oprimidos por las expectativas que Dios o la Iglesia  espera de nosotros y caemos en la trampa de esforzarnos y sacrificarnos para la obra dejando de obedecer la verdadera voluntad de Dios, deslizándonos y dejando de vivir por la Gracia para comer del plato del espíritu religioso, lo cual provoca que la voz del Espíritu Santo se vaya apagando en nuestro corazón y la dejamos de reconocer. Así, siendo engañados por el deber de tener que hacer lo correcto corremos el riesgo de volvernos legalistas, volviendo sin darnos cuenta al yugo de esclavitud y también en muchas ocasiones frenando el fruto de la fe de las personas que militan a nuestro lado. Esto es muy peligroso pues tan solo un poco de levadura leuda toda la masa (Gál.5:1-9).

Hoy en día veo a muchas personas engañadas incluso dentro de las propias iglesias, sin poder descansar en la paz y  en el amor incondicional de Dios, lejos del gozo que en Jesucristo deberíamos tener, pues debería de ser Cristo la fortaleza de nuestra alma. 

Es por todo esto que quiero compartirte sobre la importancia y gran necesidad de tener una relación íntima con Dios. Así, no me estoy refiriendo únicamente a leer la biblia, orar por distintos temas o frecuentar la Iglesia, pues aunque todas estas cosas son muy importantes, en realidad nos es necesario ir más allá y tener una comunión íntima con Dios mismo a través de Jesucristo al contemplarlo, buscándolo por amor y entregándole todo nuestro ser. Mostrándonos como realmente somos sin mascaras, sin oraciones superficiales, escuchándole y experimentando un dialogo íntimo en el que muchas veces compartiremos con el Espíritu Santo lagrimas pero también grandes alegrías y sonrisas. En verdad, son esos tiempos de calidad en Su presencia que transforman e impactan nuestra vida. 

Dios nos llama a amarle sobre todas las cosas, entendiendo que somos hijos no por lo que realicemos o consigamos sino por su Gracia y porque Él nos engendró por amor (Juan 1:13). Siempre fue y será así, por lo que insto a la Iglesia de Jesucristo a amarlo sin condición y sin la vana preocupación de no ser aceptados o dignos ante Dios, no dejando que el dolor o las responsabilidades que debamos enfrentar nos separen de lo único que es necesario estando en Su presencia (Lucas 10:42), por lo cual confiemos en Él y descansemos en Él escuchando Su voz, que sana y cambia nuestras tinieblas con Su luz. 

El amor de Dios, tras haber puesto nuestra fe en Jesús, borra y  cubre la multitud de nuestros pecados y sea cual sea  la situación en la que nos encontramos, el Padre nos dice «ven; si no tienes nada que decir no digas nada, solo cree y busca mí rostro para amarme e irán surgiendo las Palabras cuando pases tiempo conmigo”. Busquemos el rostro de Dios, pasemos tiempo con él contemplándole, amándole, conociéndole y dejándonos conocer por Él, abriéndole nuestro corazón tal y como está, sin reservas y con plena transparencia.

Dicho todo esto, cabe afirmar que lo que distingue a los verdaderos discípulos de Jesucristo no es lo muy excelentes que seamos o lo mucho que trabajemos en Su obra, sino el amor verdadero que le ofrezcamos, debiendo de ser una devoción autentica basada en un amor sincero y agradecido hacia nuestro Dios. Este amor será nuestro depósito para poder ser capaces de entregarle al Señor nuestras vidas hasta nuestro último suspiro.

Pedro, uno de los discípulos de Jesucristo, se engaño a sí mismo pensando que sería capaz de soportar la presión de la prueba con sus propias fuerzas. Cuando fueron a prender a Jesús para crucificarlo él salió corriendo y lo abandonó, negándolo a continuación hasta tres veces. Después de esto el dolor que sentía Pedro por ello había paralizado las promesas del Señor en su vida hasta el momento en que Jesús se le apareció, donde tuvo un encuentro con Jesús y  le pregunto éste último por tres veces; «¿Pedro, me amas?» «¿Me amas?» «¿Me amas?» Pedro le respondió; «SEÑOR, SABES QUE TE AMO» (Juan 21:17), entonces Jesús lo confirmó y le mostro el camino que debía seguir para apacentar y cuidar a los que habían de creer. Pero lo que le preguntó Jesús a Pedro fue «¿ME AMAS?», no le pregunto o le recordó sus cualidades o sus errores sino le recordó el amor que Jesús sabía que Pedro tenía por Él, Jesús conoció el amor de Pedro y era lo que a Jesús le importaba.

En 1ª Corintios 8:3 dice: «PERO SI ALGUNO AMA A DIOS, ES CONOCIDO POR ÉL». No cambiemos nuestro amor y devoción a Dios por nada y mucho menos no nos engañemos al pensar que por asistir a la iglesia, hacer obras de caridad o hacer algún servicio en el nombre de Cristo, podemos justificar la ausencia de una relación intima con Dios donde lo aceptamos y  somos aceptados, lo amamos  y somos amados, no por lo que hacemos sino por lo que Él es y por lo que Jesucristo hizo en la cruz, porque solo en Jesucristo somos aceptados, justificados y amados. (Romanos 8:35-39). Jesús no solamente vino a salvarnos sino a reconciliarnos con el Padre y también para que esa reconciliación produzca un cambio en nuestras vidas dando frutos de justicia, siendo amados y manifestando esta realidad en una relación intima de amor con Él donde lo conocemos y el nos conoce, donde los frutos que tendremos serán resultado de nuestra relación con el Espíritu de Vida y no bajo el peso del deber o del legalismo.

Hace ya algún tiempo, Dios me mostró la importancia de darme a conocer a Él, presentándome ante Él como soy hablándole desde las profundidades de mí ser, exponiéndome a través de Su Gracia para que Él toque las fibras más intimas de mí corazón y forme el carácter de Jesucristo en mí. Por eso es importante hablarle con honestidad y descansar en Su Poder. Digo esto porque cuando tenemos este tipo de relación intima con Dios todo cambia, la religiosidad y el legalismo huye de nosotros y no caemos en este engaño tan fácilmente, ya que al pasar tiempo con Su Espíritu lo conocemos y el conocer la voz de Dios nos aleja de caer en la tentación y el error. Nada puede sustituir una relación de amor con Dios.

Aunque hay muchísimos versículos que podría citar en relación con este tema, concluiré esta reflexión con una enseñanza o más bien una advertencia que Jesús compartió y que encontramos en el libro de Mateo 7:21 y que dice: «No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, SINO EL QUE HACE LA VOLUNTAD DE MI PADRE que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ¿Señor, Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad».

Los frutos que demos y que verdaderamente procedan de Dios son los que serán probados por el fuego y prevalecerán. La voluntad de Dios en nuestras vidas que nos santifica y le da a conocer a Él, que lo glorifica a Él y no a nosotros mismos ni a nuestro ego, es lo que Dios a través de la obediencia a Su voz nos enseña que realicemos por y a través de Su amor como fruto de Su Espíritu, porque «si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que traslademos montes, y no tenemos amor, nada somos y de nada nos sirve» (1ª Corintios 13:2-3). 

Es impresionante cuando dice «NUNCA OS CONOCÍ»; ¿porque estas personas que hacían tantas obras importantes en Su nombre fueron rechazados por el mismo Jesús y no lograron entrar en el Reino de los cielos? Jesús nos explica y aporta pistas muy importantes; la primera es porque aunque obraron en Su nombre, NO OBEDECIERON A SU VOLUNTAD, la segunda es que DIOS NO LOS CONOCÍA, parece ser que estas personas se movieron por hacer lo correcto sin tener una relación con Jesús y sobre todo sin amarlo porque como leímos anteriormente en 1º Corintios 8:3, los que lo aman son los que son conocidos por Él. Esta gente no amaba a Dios ni podía obrar desde el amor. Y la tercera explicación que da Jesús es que eran «HACEDORES DE MALDAD», las obras que hacían se probaron malas e injustas. No obraron por y para El Señor sino que lo hicieron para los hombres porque el que actue injustamente recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas (véase Colosenses 3:23-25).

Oremos y meditemos en cuáles son nuestras motivaciones en cuanto se trata de representar o hablar en el nombre del Señor ¿lo hacemos por deber o lo hacemos obedeciendo a su voz por amor?

Amemos a Dios sobre todas las cosas y seamos santificados en Su Voluntad, conozcamos a Dios porque esta es la vida eterna, que conozcamos a Dios y a Su hijo Jesucristo y busquemos Su rostro rindiéndonos ante Su soberanía. Pidámosle que nos permita amarlo mucho y ser conocidos no por los hombres sino por Él para que los frutos que demos sean verdaderos y eternos.

Oración: Dios nuestro, buscamos tu rostro y tu ayuda para que siempre caminemos por tus sendas de verdad. Escudriña nuestro corazón y ve si hay maldad o nos hemos apartado de un amor sincero por ti. Que tu gracia nos enderece y que nuestra fidelidad a Cristo sea por amor. Pido por la relación personal de cada uno de tus hijos para que aunque vengan fuertes tempestades en sus vidas estén plantados junto a corrientes de aguas, que eres Tu Señor la única fuente de agua viva, para que den fruto a su tiempo, su hoja no caiga y todo lo que hagan prospere aunque los tiempos sean difíciles. En el nombre de Jesucristo te lo pedimos. Amén.

Dña. Ana María García Martínez.

Responsable de grupo eclesial en Formentera, dependiente de la Iglesia Evangélica Maná Asambleas de Dios de Sant Antoni de Portmany (Ibiza), evangelista y miembro de MECES ESPAÑA.

2 Comentarios

  • José Luis Rodríguez Martos dice:

    Dios es Todopoderoso, por amor a nosotros,su creación nos dió a su Unigenito Hijo, por amor, Jesús dió su vida y fue el milagro más grande de toda la historia, que Cristo resucitó,lo que no puede hacer el hombre, Jesús el Hijo de Dios,hace milagros,maravillas y señales, El tiene todo el poder del cielo para sanar,restaurar,liberar, dar felicidad,solo hay que confiar y esperar en El y El lo hará, aleluya Cristo vive y viene a por todos aquellos que le aman, amén…

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