PONTE EN:

CAPÍTULO 10: SIRVIENDO FIELMENTE A CRISTO EN TIEMPOS FINALES

Es el tiempo de estar enfocados en los asuntos eternos del Reino de Dios. En medio de tanta distracción y ocupación que se nos ofrece, debemos de poner nuestra mirada de manera prioritaria en las cosas de arriba (véase Colosenses 3:2), pues el tiempo que nos queda es limitado y la cosecha en almas a recoger es mucha, estando los campos ya maduros para la siega (véase Juan 4:35). ¡Qué triste pérdida sería que la cosecha se perdiera! Sin duda que Dios nos pediría cuentas de porqué hemos permitido esto, desobedeciéndole sin querer salir al campo a trabajar, acomodados en nuestros espacios de confortabilidad.

¡Qué gran privilegio el de servir a Dios, siendo útiles en Sus manos! Todo lo demás se vuelve vil e insípido, en contraste con el gozo, gran satisfacción y sabrosa experiencia de vida que produce un dedicado y genuino servicio al Señor. Creo firmemente que, en estos tiempos finales, somos llamados a ser parte activa en la recogida de una abundante cosecha que no tiene precedentes en la historia. Un último gran avivamiento o despertar espiritual en el mundo. Cielos abiertos como un tsunami de gracia en salvación, sanidad y libertad para muchos, en medio del escenario más oscuro y degradado de toda la historia de la humanidad (véase Joel 2:28-32 y Hechos 2:17-20).

Así pues, con una visión de fe y de confianza en el Señor en medio de este atribulado mundo, compartamos sin temor el Evangelio completo de Cristo, las Buenas Nuevas de salvación. No somos ciudadanos de este mundo, pues formamos parte de la ciudadanía celestial del Reino eterno de Dios y es en consecuencia necesario que nos ocupemos fielmente de los intereses de dicho Reino.

El enfoque o núcleo principal donde debemos de depositar nuestros esfuerzos y recursos, no es en la obtención de un mayor reconocimiento social e institucional del cristianismo en esta sociedad y vida temporal, sino que nuestra mayor dedicación y sentido de la responsabilidad debe de estar en alcanzar y discipular vidas para Cristo, de forma que podamos arrebatar de las manos de Satanás cuantas más almas sea posible, naturalmente por la acción del Espíritu Santo que es el único que puede traer convicción de pecado.

Jesús no vino al mundo para construir un reino terrenal de reconocimiento o aceptación de los cristianos por el mundo, sino que vino para ocuparse de los asuntos del Padre que son la salvación eterna de las almas, costándole la muerte al igual que nosotros como discípulos de Cristo y siendo Él nuestro modelo de vida, estamos expuestos a sufrir o incluso morir por esta causa eterna. Es necesario que asumamos el hecho de que no podemos formar parte útil del ejército de Cristo en esta guerra en el mundo espiritual para alcanzar a los perdidos, ni podemos ser soldados efectivos en esta guerra contra Satanás y su ejército, si no estamos dispuestos a sufrir persecución y en definitiva a entregarlo todo por Cristo (véase 1 Pedro 4:12-16).

Tiempo atrás escribí la siguiente reflexión que considero apropiado referir en este momento:

“¿Qué está sucediendo Iglesia del Señor, que ya no crees en el poder del Evangelio de Cristo para salvación? ¡Deja de ocultar la Verdad! Abandona las limitadas estrategias que utilizas, provenientes de la razón e intelecto humanos, y afírmate en el mandato que Dios te comisionó, de predicar Su Evangelio en el poder del Espíritu Santo como mensaje central de la Iglesia al mundo. ¿Dónde están aquellos siervos del Señor comprometidos con la proclamación del mensaje urgente de arrepentimiento y salvación en Cristo, aún a costa de perder privilegios y ser perseguidos por este mundo? ¿Dónde están aquellos que no tendrán vergüenza de ser llamados locos por esta sociedad rebelde contra el Creador? ¿Quién le dirá al mundo la Verdad? ¿Quién les avisará del juicio venidero y de cómo evitar la ira de Dios? ¡El pecado tiene consecuencias! ¡Corred, salvaos! ¡Sólo Jesucristo puede libraros de las garras del diablo y del infierno eterno! Y a ti hermano en Cristo te digo; determínate ante el Señor a ser parte útil en Su ejército, dando buen fruto y siendo sabio al ganar almas para Su Reino como prioridad”.

Y es que puedo afirmar que el amor por la obra de Dios, por los asuntos eternos del Reino de Dios en su extensión y fortalecimiento, siendo las manos y pies del Señor sin perder el enfoque y concentrados en lo que nos ha sido encomendado, amando al Cuerpo de Cristo y sin apartarse de él con individualismos, así como amando al mundo inconverso aportándoles la luz de Cristo, todo ello amando ante todo y sobre todas las cosas al Trino Dios, es el único sentido y útil propósito que puedo ver en esta vida de vanidad y superficialidad.

Me bendice mucho el testimonio del misionero inglés Charles Studd, quien a principios del siglo XX siendo de una familia económicamente muy adinerada, vendió todo cuanto heredó para invertirlo en la obra de Dios, cambiando mansiones por una casita de paja en África central, donde miles de personas entregaron sus vidas a Cristo, reconociéndolo como su Señor y Salvador. Charles afirmó: “Si Jesucristo es Dios y murió por mí, entonces ningún sacrificio que haga por Él puede ser demasiado grande para mí”.

Asimismo, tal y como concluyó en un poderoso mensaje y testimonio la hermana misionera Mei, del US Center for World Missions:

¿QUÉ SERÁ MEJOR que compartir a este asombroso Jesús con tus familiares, amigos y vecinos?

¿QUÉ SERÁ MEJOR que compartir el Evangelio con la gente inconversa de este mundo?

¿QUÉ SERÁ MEJOR que estar más rendidos al Señor, más humildes en nuestro servicio a Cristo, como Nuestro Maestro y Salvador?

¿QUÉ SERÁ MEJOR que mirar a lo que realmente será nuestra casa, el Cielo, para cuando nuestro tiempo acabe aquí en la tierra?

La decisión es tuya. Dios te bendiga”.

Estimado lector, ¿Seremos guerreros útiles en las manos de Dios o siervos inútiles y desenfocados en Sus manos? Aquel que teniendo al Espíritu Santo dentro de sí no es Luz para este mundo, está actuando como un perdedor, como una higuera que no da fruto. ¡Tú decides si quieres ser un vencedor o un acomodado perdedor! Dios nos va a pedir cuentas por la omisión de nuestras responsabilidades; no lo olvides. Todavía por Su gracia estamos a tiempo de rectificar y convertirnos en un buen siervo fiel al Señor.

En definitiva, que la decisión y oración siguiente pueda ser una realidad en nosotros:

Oh, Padre, pueda nuestra vida ser tierra de verdes pastos, por causa del rocío del Espíritu Santo de Dios derramándose como agua en el desierto sobre todo nuestro ser, de forma que allá por donde vayamos, la Luz y la Vida de Cristo alumbren y vivifiquen los corazones necesitados.

No tenemos otro deseo Señor; úsanos para llevar el mensaje de salvación a todo lugar y hasta el más insólito y retirado lugar donde con urgencia te necesitan. Levanta un equipo de obreros dispuestos a ser enviados por toda la tierra y los recursos para extender Tu Reino más allá de lo imaginable. Danos el privilegio de servirte con todo nuestro cuerpo, alma y espíritu en estos tiempos finales. Gracias Jesucristo por la victoria que alcanzaste en la Cruz del Calvario y por hacernos parte en amor hacia Ti y hacia el mundo de la obra de Tus manos. Que Tu Espíritu Santo nos guíe y que las maravillas en salvación y vida eterna que estás haciendo y harás sean siempre para la exclusiva gloria Tuya, oh, Padre, Hijo y Espíritu de Dios. Amen.

Porque, así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra del conocimiento de la gloria del Señor”. Habacuc 2:14 NVI

Capítulo 10.- Sirviendo fielmente a Cristo en tiempos finales.

Libro “Reflexiones bíblicas necesarias en tiempos de pandemia”, 2020.

Autor: Evangelista Joël D. Álvarez.

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