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CAPÍTULO 2: ¿QUIERES TENER PAZ?

En un tiempo de crisis sanitaria y económica como la actual, el nerviosismo, la intranquilidad y preocupación aumenta en muchas personas. Este es un estado donde no hay paz interior ni tranquilidad mental. Se extiende la enfermedad, comienza a escasear el empleo y todo ello en un breve espacio de tiempo, rompiendo el esquema de confianza rutinaria de las personas en su esfuerzo diario, obtención de una retribución y consecuente estabilidad económica. No hay paz en la vida de muchas personas en tiempos de crisis.

Pero es que aún en tiempos de prosperidad y crecimiento económico, las afecciones relacionadas con el estrés y la ansiedad están generalizadas en millones y millones de personas. No podemos por tanto decir que un estado de paz interior viene dado por la estabilidad económica o por estar gozando de buena salud. Por tanto tampoco hay paz en muchas personas en tiempos de bonanza.

También hay personas que en cualquier situación buena o mala a nivel familiar, social o económico muestran una aparente calma y un estado mental de tranquilidad, quizás por su personalidad.

Pero lo cierto es que en todos estos casos, esa paz y tranquilidad interior no ofrece más que eso; calma temporal. Es cierto que mejora nuestra calidad de vida y trae beneficios para nuestra salud, pero nos ofrece una paz limitada temporalmente hasta el día de nuestra muerte y que no ofrece más que todo esto.

Pongamos el ejemplo de una persona con discapacidad que intelectualmente no alcanza a ser consciente del peligro y en medio de una guerra con un fuerte bombardeo en vez de refugiarse se mantiene con una plena calma y paz interior tomando un refresco en la plaza del pueblo. Tiene paz, goza de esta cualidad, pero no le ofrece lo que en verdad necesita, que es comprender su situación de riesgo y protegerse. Lo mismo sucede en todas las personas con un estado de tranquilidad, pues quizás esa paz les permita en el día a día hacer las tareas diarias, relacionarse y afrontar las dificultades con sosiego, pero no es una paz que en sí misma les brinde comprensión respecto de su situación y de sus verdaderas necesidades, así como de cuáles son las mejores decisiones a tomar respecto de sus vidas. Por lo tanto, se puede estar en un estado de paz pero sin comprender y afrontar la verdadera problemática respecto de nuestra condición delante de Dios y sin ser conscientes de los peligros pecaminosos que se ofrecen a nuestras vidas y de los que no debemos ser parte.  

Buscamos tener paz de muchas formas. A veces evitando o escapando de aquellas situaciones en que sabemos que vamos a sentirnos incómodos y a perder la paz, otras veces haciendo determinados ejercicios físicos y meditaciones, o acumulando riquezas pensando que una vida acomodada nos dará paz, o acudiendo repetitivamente a un vicio como vía de escape, así como de muchas otras formas. 

Pero lo cierto es que nada de lo mencionado hasta ahora conforma un verdadero y pleno estado de paz, respecto de la paz para la humanidad que ha estado y está disponible de parte de Dios desde que nos creó. La paz que en el mundo tratamos de obtener es como un sucedáneo, una mala imitación o falsificación respecto de la auténtica paz que Dios nos quiere proporcionar. Vamos a profundizar en esto a continuación.

¡HAY VERDADERA PAZ ESTANDO EN PAZ CON DIOS!

Cuando el hombre reconoce su necesidad de Dios y rinde su vida a los pies de Jesucristo, reconociéndolo como Su Salvador y Señor, se produce sobrenaturalmente por el Espíritu Santo la regeneración del hombre cuyos pecados son perdonados y limpiados, así como la reconciliación entre Dios y el hombre, permitiendo a éste último poder vivir en un estado de paz pleno, al saber que Dios está con él y que más allá de vivir en paz en esta vida, le espera una vida eterna con el Cristo resucitado en el Cielo, lugar donde ya no habrá tribulación.

Pues «justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1 RVR60), quien cargó en la Cruz del Calvario con nuestros pecados y enfermedades, «y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaias 53:4-5 RVR60). Como este último pasaje bíblico refiere, para que nosotros tuviéramos paz con Dios, Jesucristo tuvo que sufrir todo ese castigo que le correspondía a la humanidad recibir por su pecado. ¡Qué sacrificio de amor tan grande! Sin merecerlo, Cristo dio su vida por nosotros voluntariamente y para salvarnos de las terribles consecuencias del pecado.

¡Cómo no vamos a agradecerle a Dios lo que ha hecho por nosotros, viviendo una vida que le honre y se derrita de amor y entrega por Él! ¡Qué hermosa paz la que nos ha entregado! Viviremos tiempos de dificultad y pruebas, pero en todo momento plenamente confiados y dependientes en Aquel que obtuvo una victoria en la Cruz de efectos eternos en vida y paz para nuestras vidas.

Querido lector, si todavía no te has consagrado al Señor este es el tiempo. Dios quiere lo mejor para ti y esa paz que tanto tiempo has buscado Él te la puede dar,  «porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré;  y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón» (Jeremias 29:11-13 RVR60). Es el tiempo de acercarse a Dios con fe y de todo corazón, reconociendo que le necesitamos y que hemos pecado contra Él. Antes de continuar, hagamos juntos esta oración de arrepentimiento:

Padre Dios, en el nombre de Jesús reconozco que te necesito. Te pido perdón por haber vivido mi propia vida sin contar contigo, por haber hecho muchas cosas que son pecado ante tus ojos y me alejan de ti. Reconozco por fe (sin verlo, lo creo), que Tú Jesucristo eres Dios y entregaste Tu vida por mí en la Cruz para que mis pecados hoy puedan ser perdonados, por lo que te recibo en mi vida como mi Salvador y mi Señor a partir de hoy, y te doy las gracias por haberme perdonado y darme a partir de hoy una nueva vida junto a ti. Gracias por enviarme a tu Espíritu Santo para que me guíe y me de fuerzas para mantenerme en esta decisión hasta el último día de mi vida, y gracias por el regalo de la Vida eterna en el Cielo y haberme librado del infierno. Te amo, te voy a agradar con mi vida, desde hoy eres mi Dios y en ti confío. Amén.

¡DESCANSEMOS EN DIOS! ¡ALÉGRATE HOY Y NO TEMAS!

Una vez estamos en paz con Dios, son muchas las promesas que Él nos da a través de Su Palabra. Guarda en tu corazón tales promesas y decláralas hechas en tu vida a través de la fe.

«Y yo daré paz en la tierra, y dormiréis, y no habrá quien os espante; y haré quitar de vuestra tierra las malas bestias, y la espada no pasará por vuestro país» (Levítico 26:6 RVR60). Este pasaje viene relacionado con las promesas de Dios para Su pueblo si le obedecen, por lo tanto son también para ti y para mí.  Esa paz que Dios te da te va a permitir poder dormir bien aún en los momentos más difíciles y te librará de miedos que intentan paralizarte, trayendo además paz en tu matrimonio, familia y territorio, pues así dice el Señor; «Jehová bendecirá a su pueblo con paz» Salmos 29:11 RVR60.

«Tú diste alegría a mi corazón, mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto. En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado» (Salmos 4:7-8 RVR60). ¡Alegría es lo que Dios te da! Aquellos que tienen grandes riquezas y pensaron encontrar la felicidad, gran desilusión han tenido. Pero el que tiene su tesoro en Cristo y en Sus asuntos, encontrará verdadera felicidad y paz. Asimismo y de nuevo, este pasaje da la promesa de acostarse y descansar en paz. ¡Alabado sea el Señor, por Su gran misericordia y amor por nosotros! Porque «mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo» Salmos 119:165 RVR60.

«Sus caminos son caminos deleitosos, Y todas sus veredas paz» Proverbios 3:17 RVR60. Cuando vivimos dependiendo de Dios y dejando que se haga Su voluntad en y a través de nuestras vidas, nos deleitaremos en Él, caminando con Dios en completa paz como un niño guiado por su papá y sabiendo que «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado» Isaias 26:3 RVR60.

«La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» Juan 14:27 RVR60. ¡Qué paz tan incomparable, qué regalo de incalculable valor tener paz con Dios y eterna salvación! ¡Vengan, corran hacia el Salvador y reciban desde el Trono de Dios y como un río, eterna vida y paz en Él!

Por último quiero preguntarte: ¿Hay algo que te preocupa, tiempos de pandemia, dificultades? Así te dice el Señor; «por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:6-7 RVR60).

Que el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.

Capítulo 2.- ¿Quieres tener paz?

Libro «Reflexiones bíblicas necesarias en tiempos de pandemia», 2020.

Autor: Evangelista Joël D. Álvarez.

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