Vamos a describir a través del presente capítulo un ejemplo bíblico de la gracia y el amor de Dios descritas en el capítulo anterior, profundizando algo más en el tema y permitiéndonos ver cómo en el tiempo actual, un arrepentimiento verdadero de una nación o un pueblo puede cambiar o detener el decreto de juicio y plagas permitidos por Dios sobre un territorio.
LA CIUDAD DE NÍNIVE Y SU CORRUPCIÓN MORAL
Quiero hablarte de una ciudad llamada Nínive, ciudad de Asiria e importante centro económico y comercial en la región, ciudad de posición estratégica en la conexión por tierra y mar entre lo que se divide actualmente como el continente europeo y el asiático. Fue una ciudad muy grande, de decenas de kilómetros de ancho y largo, tanto que eran necesarios tres días de camino para recorrerla de extremo a extremo (véase Jonás 3:2-3). De Nínive sólo quedan ruinas actualmente. Era una ciudad que llegó a ser capital de Asiria y equivalente a ciudades como hoy en día Nueva York o Sao Paulo. Para los habitantes de la región de Oriente Medio era el centro del mundo.
Ya muy avanzado el siglo IX a.C., Dios hizo el siguiente encargo al profeta Jonás; «Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí» (Jonás 1:2 RVR60). El mal que había en Nínive era muy grande, descrito en las Escrituras de la siguiente forma; «!Ay de ti, ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y de rapiña, sin apartarte del pillaje! Chasquido de látigo, y fragor de ruedas, caballo atropellador, y carro que salta; jinete enhiesto, y resplandor de espada, y resplandor de lanza; y multitud de muertos, y multitud de cadáveres; cadáveres sin fin, y en sus cadáveres tropezarán, a causa de la multitud de las fornicaciones de la ramera de hermosa gracia, maestra en hechizos, que seduce a las naciones con sus fornicaciones, y a los pueblos con sus hechizos» (Nahúm 3:1-4 RVR60). Es así que la violencia, idolatría y depravación sexual sobreabundaba en la ciudad. Y es que el pueblo Asirio estaba enriquecido a costa del empobrecimiento y muerte de muchos, pues era conocida la violencia del ejército Asirio a la hora de conquistar otros territorios, convirtiendo a sus conquistados en esclavos y asolando en fuego los lugares invadidos tras expoliar sus riquezas en metales preciosos, ganado, etc. En medio de este panorama de enriquecimiento injusto, era también notorio el baño en estiércol del pueblo Asirio a través del libertinaje sexual, adorando a la diosa Ishtar muy asociada con la sexualidad y con prácticas abominables ante los ojos de Dios que se realizaban como sacrificios de adoración ante la diosa.
Pero, ¿acaso tal corrupción moral nos es desconocida en el tiempo actual?, ¿pensamos que la tierra donde vivimos está en mejor condición moral delante de Dios que la pecaminosa Nínive? ¡Cuán equivocados estamos si esta es nuestra defensa! En verdad, un río de maldad como nunca antes fluye a lo largo de toda la tierra, a través de un mundo que vive más y más en independencia respecto de Dios. Ya era esto advertido por el Espíritu Santo hablando por la boca de Jesús a sus discípulos, afirmando en cuanto a las señales antes del fin que la maldad se multiplicaría y que el amor de muchos se enfriaría (véase Mateo 24:12 RVR60).
No debe pues de sorprendernos lo que estamos viendo en este tiempo, momento en el cual se hace necesario como cristianos y como pueblo de Dios, advertir a toda nación y pueblo de la urgencia de arrepentimiento, exponiendo el pecado a la luz de la Verdad del Evangelio de Cristo y aún a costa de ser perseguidos incluso hasta el encarcelamiento o muerte.
ENTONCES: ¿PREDICAMOS DEL AMOR DE DIOS O DE LA CONDENACIÓN ETERNA QUE HAY SIN CRISTO?
Observo en la actualidad cómo bajo el impulso de muchas instituciones cristianas en todo el mundo, se busca ser amigos del mundo mostrando una posición como cristianos tolerante con el pecado, ocultando o adulterando el mensaje del Evangelio establecido en las Escrituras para salvación de los hombres, muchas veces con el interés de evitar la pérdida del estado de confortabilidad y reconocimiento institucional como cristianos, pues en nuestra carnalidad y sin el Espíritu Santo dirigiendo nuestras acciones, nos importa más nuestro bienestar que la eterna salvación en Cristo de nuestra nación.
Este no fue el caso de Jonás, quien aún bajo riesgo de su propia muerte a costa del violento pueblo asirio de Nínive, decidió compartir la plenitud del mensaje que Dios le indicó, aún refiriéndose al juicio que venía sobre la ciudad si no se arrepentían; «y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida» (Jonás 3:4 RVR60).
Así y en nuestro caso, ¿cómo serán salvos si no les predicamos el mensaje que Dios estableció como central en Su Palabra? ¿Cómo podrán apreciar el sacrificio de Cruz por Jesús si no saben que son pecadores? ¿Cómo podrán comprender la gran salvación eterna que hay por medio de Cristo, si desconocen la existencia del infierno eterno? Es claro que sólo el Espíritu Santo, aún sin nosotros expresar palabra alguna, podría revelar todas estas cosas a un inconverso. Pero es obligación y responsabilidad nuestra como los brazos y manos del Señor para la extensión de Su Reino, predicar sin reserva ni exclusiones la plenitud del Evangelio de Jesucristo.
Sin embargo y como un ligero matiz a lo dicho anteriormente, decir que a lo largo de los años en la evangelización, he visto el actuar de muchos evangelistas y he escuchado muchos comentarios y puntos de vista en distintas iglesias y denominaciones cristianas de distintas naciones y continentes en el mundo, donde unos defienden la predicación del Evangelio con un énfasis en el amor de Dios sin hacer mención expresa a palabras como pecado, juicio e infierno, y donde otros defienden y enfatizan más en la expresión directa de tales aspectos, como son la condición del hombre frente a Dios, el juicio venidero y la existencia de un destino eterno sin Cristo. Yo he visto que en ambos casos Dios ha usado a estos distintos hermanos, iglesias y denominaciones para salvación de las personas, simplemente de una forma diferente en la exposición pero con el mismo Espíritu Santo, que es el Único que convence de pecado (véase Juan 16:8).
Hay formas de decir lo mismo. No somos todos iguales. Somos distintas herramientas en las manos de Dios que predican un mismo mensaje, siempre debiendo hacerlo bajo la dirección del Espíritu Santo, pero con distintos énfasis, muchas veces con base en las experiencias de conversión y vida que hemos tenido. Lo importante es que dicho de una manera más sutil e indirecta o de forma más clara y directa, no se evite en la predicación del Evangelio el hacerle saber al oyente su condición pecaminosa, que todos daremos cuenta delante de Dios de todo lo que hacemos y que si no nos acercamos a Cristo en arrepentimiento no podremos vivir eternamente con Él.
En definitiva y en el mismo sentido, he visto desde evangelistas que con un mensaje más centrado en el amor y restauración o sanidad interior por medio de Cristo, han llegado por el Espíritu a personas que habían sufrido mucho en la vida y necesitaban de esa caricia del Altísimo, y otros evangelistas que con un mensaje centrado en el juicio venidero y la urgencia de arrepentimiento han llegado por el Espíritu a personas que parecían mostrar una gran muralla, en rebeldía y oposición contra las cosas de Dios. Dos herramientas diferentes, un mismo Espíritu. Uno es como un cincel utilizado suavemente para tallar una vida que así lo necesita, y el otro es como un martillo que aplica un golpe directamente a lo que aparentemente parece una dura coraza pero que acaba rompiéndose como un corazón quebrantado delante de Dios.
Por tanto, no nos creamos mejores que nuestros hermanos ni los juzguemos en cuanto a su forma de exponer el Evangelio. No pensemos tampoco que la forma en que evangelizamos es la única posible y amparada por las Sagradas Escrituras. Siempre que lo que se predique es el puro y santo Evangelio de Jesucristo sin desviación, expresándose éste de distintas formas pero con el mismo contenido esencial y sentido bíblico original por parte de unos u otros, será correcto.
Asimismo y en definitiva, sabiendo que no sólo los evangelistas son responsables de predicar el Evangelio, sino que esta es una responsabilidad de todo el Cuerpo de Cristo en su conjunto como evangelizadores, cada vez que tengamos que compartir de Cristo debemos de hacerlo con sensibilidad y plena dependencia en el Espíritu de Dios, que es quien exaltando en todo momento a Cristo y con plena fidelidad al contenido de las Escrituras, nos guiará en qué y cómo decir, pues Él conoce la situación que cada persona con la que hablemos está viviendo y nos dará Sus palabras como mensaje directo al corazón de cada persona.
A veces hablo como mensaje central del amor de Dios, otras veces comparto como mensaje central del juicio venidero o del infierno y así con muchos otros temas relacionados, según el Espíritu me guía e indica, pues Él sabe que mensaje es mejor compartir en cada ocasión y lugar. Como Jonás, quien en el tiempo en que tuvo que predicar a Nínive, compartió el mensaje de salvación que por generaciones fue siempre predicado pero con especialidades en el mensaje según Dios le indicó respecto del concreto pueblo asirio de Nínive.
NÍNIVE SE ARREPIENTE
Continuando con el devenir de Nínive y tras el tiempo de predicación en la ciudad por parte de Jonás, «los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos» (Jonás 3:5 RVR60), incluso el propio Rey de Nínive decretó que «hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?» (Jonás 3:7-9 RVR60).
¡Qué noticia! ¡Un pueblo pagano reconoce su pecado y se vuelve al Creador! ¡En cuarenta días! ¡Qué diferencia con los cuarenta años que necesitó el pueblo de Dios en el desierto para alcanzar la promesa! El ejemplo de Nínive fue incluso utilizado por el propio Jesús al confrontar a los escribas y fariseos de su tiempo, afirmando que «los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás» (Mateo 12:41 RVR60).
¡Qué acontecimiento tan extraordinario! ¡Qué enseñanza para el pueblo judío que con tanto orgullo vivía, creyendo ser el único que podía alcanzar la salvación! ¡Cuántas veces vemos este mismo sentir en el ámbito cristiano! ¿Acaso pensamos que somos mejores o de más valor delante de Dios que las personas que todavía no conocen al Señor? Recordemos que fue la misericordia de Dios por medio de Cristo la que nos redimió de todo pecado y dio salvación inmerecida.
¿Cómo no vamos entonces a preocuparnos por el destino eterno de sufrimiento y muerte al que se dirigen tantas personas que necesitan conocer al Salvador, Jesucristo? ¡Que todos puedan recibir esa salvación! ¡Venid todos, acercaos al Único que os salvará, el mediador entre Dios y los hombres, puente para la reconciliación con Dios, Jesucristo!
DIOS NO EJECUTA SU DECRETO DE DESTRUCCIÓN DE NÍNIVE
El decreto que Dios había establecido en cuanto a la destrucción de la ciudad, fue invalidado por Él mismo y por tanto no lo ejecutó o puso en práctica, al responder los ninivitas al ultimátum Divino con fe y arrepentimiento delante del Creador; «y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo» (Jonás 3:10 RVR60). Es cierto que tiempo después Nínive volvió a sus malos caminos y finalmente fue destruida (véase el libro de Nahúm), pero esto no es impedimento para reflejar el arrepentimiento que en los tiempos de Jonás se produjo.
Así y por tanto, si un pueblo como Nínive se volvió al Señor, nuestro pueblo, territorio y nación pueden también volverse de sus malos caminos. Si ellos decidieron tomar el camino recto y justo delante de Dios, también querido lector, nada impide si hasta hoy no lo has hecho, que te acerques en este momento al Señor en arrepentimiento, pudiendo tener la plena seguridad de que Él te perdonará y dará nueva vida por medio de Jesucristo. ¡Hoy es el día! ¡Este es el tiempo!
Hagamos como Jonás. Prediquemos con denuedo a la humanidad y en este tiempo final respecto de la urgencia de volverse a Dios, antes de que de forma definitiva y fulminante nuestro propio pecado y sus consecuencias nos atrapen y lleven a la perdición eterna.
Sólo la revelación sobrenatural del Espíritu Santo al hombre respecto de su condición delante de Dios, usándonos a nosotros como instrumentos en Sus manos en la proclamación del poderoso Evangelio de Jesucristo, puede producir el alumbramiento y quitar la ceguera que hay en el hombre caído y apartado de Dios. ¡Es tan grande Su misericordia! Ya decía el Señor respecto de Nínive y sus gentes; «¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?» (Jonás 4:11 RVR60).
¡Cuanto más en el tiempo actual y por medio del sacrificio que Cristo hizo en la Cruz, habrá todavía oportunidad de reconciliación con Dios! Y es que «En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados» (1 Juan 4:9-10 RVR1960).
¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo! Amén.
Capítulo 5.- La ciudad asiria de Nínive y el decreto Divino de su destrucción.
Libro «Reflexiones bíblicas necesarias en tiempos de pandemia», 2020.
Autor: Evangelista Joël D. Álvarez.
Muchas gracias por tu mensaje estimada hermana en Cristo. El Señor os siga usando y bendiciendo grandemente.
E-mail: info@meces.org
Tel.: +34 693 619 324
Desde MECES queremos darte las gracias por todo su apoyo y sus oraciones. ¡Que Dios te bendiga hoy y siempre por ser un amigo y parte vital de la familia de MECES!
© 2018. Meces.org
¿Menospreciamos las riquezas de su Benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que du benignidad te guía al arrepentimiento? Rom 2-4
Pienso que hace falta predicar el amor de Dios y su santidad desde la Cruz de Cristo por vivir lejos de Él y sus principios